Matti Friedman. “Netanyahu no fue capaz de velar por la unidad de la sociedad israelí”
Cuando estalló la Guerra de Iom Kippur entre Israel y una coalición de países árabes liderados por Egipto, en octubre de 1973, Leonard Cohen estaba viviendo en una isla griega con su mujer y su hijo. Para ese entonces, el poeta y músico canadiense ya había alcanzado fama mundial con sus baladas folk, que cantaba ante multitudes. Para solidarizarse con “su país mítico”, viajó a Israel con su guitarra y se trasladó al desierto del Sinaí, donde arreciaban los combates entre egipcios e israelíes. Durante las noches, cuando los soldados agotados descansaban en sus campamentos, Cohen, sentado en la arena, les regalaba sus canciones melancólicas.
Muchos años después, el periodista y escritor Matti Friedman entendió que tenía que contar ese singular momento en la vida de Cohen. Rastreó en Israel a soldados que había presenciado esas veladas y consiguió los permisos de la familia del poeta para indagar en sus documentos personales. Cuando el libro Who By Fire (McClelland&Stewart) vio la luz, fue un éxito. “Una crisis suya personal y la crisis de Israel convergieron, y Cohen puso su vida en juego para estar allí –cuenta Friedman en charla con la nacion–. Afortunadamente, Cohen salió indemne de esa guerra y pudo, después, componer algunos de sus mejores temas, como “Hallelujah”, “Dance Me to the End of Love” o ‘Who By Fire’.”
Friedman, que se crió en Toronto y emigró a Israel a los 17 años, publicó otros tres celebrados libros sobre historia contemporánea israelí. Hoy es una voz lúcida para analizar la realidad de Medio Oriente. Tiene sobre el primer ministro Benjamin Netanyahu una visión matizada: aprueba su decisión de atacar a Irán, pero le reclama el haber dividido a la sociedad israelí, así como no haber previsto el ataque de Hamas del 7 de Octubre.
Hoy es columnista de Tablet magazine y The Free Press, un medio creado por experiodistas de The New York Times agobiados por lo que percibían como un sesgo ideológico que los asfixiaba.
En 2014, Friedman tomó notoriedad por un artículo suyo sobre su experiencia como periodista de la agencia AP en Israel entre los años 2006 y 2011. Allí explicaba la obsesión de los medios liberales más serios de Occidente con Israel, país al que dedicaban más recursos que a Rusia, China o India, pese a que estos países son más importantes por población, tamaño e influencia regional. Friedman cuenta que antes de la guerra civil en Siria, AP tenía más de 40 corresponsales en Israel y solo un periodista free-lance (aprobado por el gobierno de Bashar Al-Assad) en Damasco. Desde entonces, la guerra civil en Siria tuvo tres veces más muertes que las del conflicto árabe-israelí en toda su historia, además de casi siete millones de refugiados por el mundo. “Para los editores de AP, la importancia de Siria era cuarenta veces menor que la de Israel,” dice.
Le preocupa más, sin embargo, lo que percibe como una falta de equilibrio en la cobertura. Cuenta que ni una vez AP se molestó en recordarle a sus lectores que la plataforma fundacional de Hamas llamaba a la destrucción de Israel y la matanza de todos los judíos, a quienes responsabilizaba por la Revolución Francesa, la Revolución Rusa y ambas guerras mundiales. “Nunca se mencionó esa plataforma pese a que Hamas ganó una elección en Gaza y era uno de los jugadores más importantes de la región”, señala.
Friedman explica que los corresponsales que cubren el conflicto israelí-palestino entienden rápidamente que lo único que interesa es Israel y ejemplifica recordando que su agencia noticiosa reportaba casos de corrupción en Israel, pero nunca la corrupción sistémica en la Autoridad Palestina.
Friedman califica de “bizarro” el foco puesto sobre Israel y la condena moral que suele recaer sobre el país. “Uno no ve protestas masivas en las calles de Occidente contra Rusia, ni acampes universitarios contra el Partido Comunista chino, pese a que lo que están haciendo es horroroso. Israel es un tema que activa botones únicos.”
¿Antisemitismo? Friedman responde: “Hubo una tendencia a lo largo de la historia de acusar a los judíos de todos los problemas. Si el problema es el capitalismo, los judíos son banqueros; si el problema es el comunismo, los judíos son bolcheviques; si defendés el nacionalismo, los judíos son internacionalistas. Hoy los temas que preocupan al progresismo de Occidente son el colonialismo, el racismo, el militarismo. Y, qué coincidencia, el país que reúne todos esos males resulta que es Israel. Desde el 7 de octubre esas ideas se han reenergizado a niveles enormes”.
Sobre el conflicto actual, Friedman considera que la guerra de tan solo 12 días contra Irán fue de gran efectividad y contrasta con una guerra crecientemente amorfa y empantanada en Gaza, donde Israel aún no ha podido eliminar a Hamas ni recuperar a 50 rehenes que permanecen allí. “Son dos situaciones paralelas llevadas adelante por el mismo país con resultados muy disímiles”, afirma. Señala el contraste entre la altísima capacidad tecnológica y de inteligencia israelí, expuesta en sus acciones contra Irán, y el fracaso “inconcebible” del 7 de octubre, cuando miles de terroristas se lanzaron a asesinar civiles sin que el ejército tuviera una capacidad de respuesta veloz y efectiva.
Friedman, un vehemente opositor a las políticas del primer ministro Benjamin Netanyahu, tales como la reforma judicial y su alianza con políticos extremos, reconoce la efectividad del premier en su guerra reciente contra Irán.
“Los líderes necesitan diferentes talentos y uno de ellos es la habilidad de tomar decisiones geopolíticas correctas. Creo que Netanyahu tomó decisiones correctas al combatir con efectividad todos los ejércitos paraestatales que Irán financia. Hamas está desarticulado, Hezbollah también, el régimen de Al-Assad cayó, la influencia de Siria disminuyó e Irán sufrió su peor derrota”, dice Friedman.
Sin embargo, la administración de Netanyahu tiene que hacerse cargo del 7 de Octubre, así como de haber hecho estallar en el aire la relativa cohesión de la sociedad israelí, en la que conviven una multiplicidad de grupos disímiles: los ultra religiosos, los seculares, la derecha, la izquierda, los árabes y varios más. “Previo al 7 de Octubre parecía que íbamos hacia una guerra civil y todo eso sucedió bajo el liderazgo de Netanyahu, que demostró total incapacidad para velar por la unión de la sociedad israelí”.
Según una encuesta de los primeros días de julio del reconocido Israel Democracy Institute, Netanyahu tiene una aceptación del 40%, pese al éxito de la guerra en Irán, mientras que el ejército y el Mossad (servicio de inteligencia) se acercan al 70% de aprobación.
Friedman, quién apoyó la idea de dos Estados, uno israelí y uno palestino conviviendo lado a lado, dice que esa idea ya no es viable. “Israel no puede dejar un vacío en Cisjordania, porque ese vacío va a ser reemplazado por terrorismo. Es lo que ocurrió en Gaza y es lo que ocurrió en las ciudades de Cisjordania, de las que Israel se retiró en los 90. Y un estado palestino en Cisjordania queda a cinco minutos exactos de mi hogar. Si del otro lado de la calle tengo a la Argentina o Canadá, eso es fantástico. Pero si tengo a Libia o Gaza o Siria, y disparan cohetes, entonces la situación de relativa seguridad en la que vivo desaparece.”
Para un hombre como Friedman, que proviene de la centroizquierda –hoy corrido al centro– apoyar a un presidente como Donald Trump sería muy poco natural. Sin embargo, reconoce que sin el presidente estadounidense no se hubiera podido atacar y derrotar a Irán en la reciente guerra de los 12 días.
“Sus instintos le permiten comprender Medio Oriente mejor que los demócratas”, dice Friedman. “Esta es una región a la que le gusta hacer negocios y donde las amenazas funcionan. La gente aquí comprende el nepotismo y la corrupción y no entiende los ideales occidentales. Y ese es el lenguaje de Trump. Como muchos israelíes, estoy agradecido. Nos ayudó a quitarnos una espada de Damocles de encima”.

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